Son sus cuates. Ellos no se enojan. Lo ven con gesto curioso, admirativo.
...
- A ver, cuéntanos, ¿qué tal estuvo?
Ya no tiene vergüenza ni susto. Su miedo se vuelve orgullo. Como si hubiera crecido mucho de pronto. Y mientras se lo cuenta, Tiburcio se va sintiendo bien.
"Es chicho eso de sentirse hombre", piensa.
En la tienda de doña Chonita, Irma está triste. Llora sorda, inconsolablemente. No sabe por qué, pero es como si se hubiera hecho pequeña, tan pequeña como cuando ni siquiera sabía andar.
1 comentario:
Desolador, verdaderamente desolador...
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